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viernes, 26 de noviembre de 2010

AMOR PROCESAL


Interpuse demanda en el Juzgado del Amor, y pensando que en esta asignatura estaba ducho, decidí hacerlo sin representación. Simplemente por confiar en una barata  filosofía que continuamente repite: “es tan fácil ganarle un juicio al amor”…

Corrieron los plazos del emplazamiento, pero el Amor nunca compareció, podría haber sido Fuerza Mayor, pero no, ingenuamente pensé que había caído en lo más hondo de la pobreza argumentativa, sin quedarle una sola respuesta para oponerse a mis peticiones.

Con un campo tan despejado, y confiando en la seguridad que brindaba la realidad pensé que el Proceso sería de lo más corto y fácil.  Inmediatamente pedí al Juez que declare Rebelde al Amor. El empleado del tribunal que recibió el expediente no atinó a decir palabra alguna, un gesto en tono de ironía alcanzó para demostrarme que peticiones como esas ya había habido muchas…

Aún respaldado por mis esperanzas, decidía Ofrecer Prueba para fundar mejor mi derecho. La Testimonial ratificó el largo camino de tristezas que transité por culpa del demandado, la Pericial Caligráfica corroboró que era la firma del Amor la que estaba plasmada en el Contrato de Ilusiones, jamás cumplido; aún más, la Perito dio fe de la poca vida que a mi corazón le quedaba, y la Inspección Judicial terminó confirmando el lamentable estado de mi Cuerpo y Alma.
En la eternidad de los Plazos Procesales, y reuniendo mis últimas energías, presenté los Alegatos, defendiendo con ahínco las pruebas contundentes que había aportado al Proceso, y peticionando como nunca que se me resarzan los daños que el Amor me había infringido.

Nunca dejando de sorprenderme la Justicia, la Sentencia Definitiva de Primera Instancia me ponía en el lugar de Parte Perdedora, tratando de quedar bien parada ante los ojos del tan respetado Valor.
Sin dejar pasar los días interpuse Recurso de Apelación, el cuál me fue concedido, mandando el Juez se elevaran los autos al Tribunal Superior.

Sin mucho trámite, la Cámara de Apelación confirmó la sentencia de Primera Instancia, sumándose a la “atajada” que el “a quo” había realizado.

Al notificarme del decreto, largo rato permanecí en el Tribunal maldiciendo a la Constitución por no reconocer al Amor como un derecho en su Artículo 14 bis. En ese momento un baqueano de los pasillos atinó con sus palabras, y me dijo: “este lugar no es el apropiado para que busques aquellos que tanto querés, los jueces son tan humanos como vos, y por tanto incapaces de comprender absolutamente al Amor, y menos aún de juzgarlo… pensá, reflexioná, buscá en tu interior la respuesta, en esto pasillos no la encontrarás…

                                                                                                                                                                                               Autor: Tri Tri Tole