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viernes, 29 de octubre de 2010

DESGAJÁNDOME

¿A qué recurrir cuando en la inmensidad de la soledad sentimos que ya se han acabado las fuerzas para sostener que la inmediatez de lo imposible viene para aplastarnos? Limpiar las telarañas que se han formado en los rincones de nuestro cerebro se transforma en una actividad a que pocas veces recurrimos; y en las pocas ocasiones que nos disponemos a hacerlo, se transforma en una tarea tan tediosa que la terminamos abandonando, entregándonos al peso de opresión que la situación imprime.


Cuán capaces somos de sostener sobre nuestros hombros los desafíos de la soledad, tomar las limpieza por las astas, y enfrentar lo imposible.


Cuán seguros estamos de emprender una empresa que significa más riesgos que ganancias, y que al final el cansancio que atrofia nuestros sentidos las harán imperceptibles a nuestra capacidad de disfrute.


Que difícil se hace encontrar los sostenes de donde ayudarnos a estar erguidos cuando el golpe del llanto y la miseria venga a buscarnos para vernos genuflexos ante su poder.


Cruel el el destino que nos pone frente a los 22o para dar un shock a nuestras neuronas, y sacarlas del letargo del oscurantismo traído de los pelos por el amor, aquél estúpido, idiota y falaz amor que se nos planta delante de los ojos como una solución. Lograr desenmascararlo y dejarlo desnudo ante nuestra mente, que se muestre tal cual es, como una mediocre, hipócrita y atontadora creencia a la que solemos aferrarnos cuando no estamos dispuestos a masticar la realidad que la soledad, lo imposible, el riesgo de la empresa y el oscurantismo, nos arroja como una fiera desquiciada y enceguecida por la noche, dispuesta a quitarnos todo haz de luz y esperanza.


Paradójica la vida que nos pone en este apriete, situación que nos obliga a tener los sentidos y las fuerzas más espectantes que nunca, pero que son derrotadas por la sedienta debilidad.


Repugnante capacidad que siempre nos hace andar por donde esté iluminado, y una vez ganadas las calles por la oscuridad, nos hace pensar que más útil nuestro ojos en un frasco de tinta de negra, donde ni las estrellas puedan penetrar.


Sin rendirnos, y apenas con los necesario para mover un dedo, despertemos y agudicemos nuestra mente, ya desnuda y con la verdad dilucidada, proponiendo iluminar con nuestro Ego, Voluntad y Decisión, cualquier problema, que por más avasallante que parezca, solo en apariencia lo es, como irresistible a una solución.


TRI TRI...

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